Después de que las albóndigas se asaban podridas, después de tanto ajo, cebolla y alquitrán. Después de haber sorbido vasos infinitos de azufre en jugo, de probar aquellos sabores sarnosos. Aunque aún haya residuos y migajas de aquellas gelatinas agrias y sobren frascos de agua con sal. Después de no decir provecho y retirarme sin hablar al fin afirmo que no hay nada mejor que comer en tu propio hogar.
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